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El testigo silencioso

Jul 1, 2024

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En la vasta extensión del cielo nocturno, donde innumerables estrellas brillaban con cuentos antiguos, la luna mantenía su silenciosa vigilia. Observador atemporal, observó cómo la humanidad desplegaba sus locuras y revelaba su absurdo bajo su mirada amable y atenta.

Desde su posición celestial, la luna fue testigo del ascenso y la caída de los imperios, con sus grandes ambiciones grabadas en polvo y cenizas. Vio reinos desmoronarse, sus elevadas torres reducidas a ruinas, mientras los conquistadores se desvanecían en los anales de la historia olvidada. La luna conocía el flujo y reflujo del poder, reconociendo la naturaleza transitoria de las aspiraciones humanas.

Cada noche que pasaba, la luna era testigo de la locura de los conflictos que marcaban la superficie de la Tierra. Observó cómo los ejércitos chocaban, impulsados por la codicia, la ideología o la sed insaciable de dominio. Los campos de batalla empapados de sangre fueron testigos de los inútiles ciclos de violencia, mientras que el suave resplandor de la luna iluminaba los sueños destrozados y las promesas incumplidas esparcidas por las tierras.

La luna vio las locuras del orgullo y la arrogancia, a medida que los individuos y las sociedades se sumergian en las profundidades de su propio despecho. Fue testigo de las falacias de la vanidad, mientras egos frágiles buscaban validación a través de medidas superficiales. La luna contempló el espectáculo de ostentación y exceso, donde las posesiones materiales se exhibían como indicadores de éxito, oscureciendo la verdadera esencia del valor humano.

A lo largo de los siglos, la luna permaneció sin cambios, una eterna observadora de los esfuerzos humanos. Fue testigo de la fragilidad de las ideologías, de lo absurdo de los dogmas que engendraban divisiones y sembraban semillas de odio. La luna vio las luchas de poder y las injusticias, donde los vulnerables sufrieron a manos de los poderosos, sus súplicas ahogadas en la cacofonía de la indiferencia.

Y, sin embargo, a pesar de la locura y el absurdo, la luna irradiaba una tranquila serenidad. Proyecta su brillo etéreo, ofreciendo consuelo y un atisbo de esperanza en medio del caos. Sus rayos plateados tocaron los corazones de los soñadores, inspirando a poetas, artistas y filósofos a buscar belleza y significado en un mundo que a menudo parecía desprovisto de ambos.

Mientras la luna navegaba por los cielos, susurró su antigua sabiduría a los cielos estrellados. Nos recordó, en su elocuencia silenciosa, que las locuras de la humanidad eran pasajeras, meras ondas en el vasto océano de la existencia. Nos instó a abrazar la humildad, la compasión y la comprensión, porque en estas virtudes se encuentran las semillas de la verdadera iluminación.

Entonces, miremos a la luna, ese testigo firme de nuestras locuras y absurdos, y esforcémonos por superar nuestras limitaciones humanas. Aprendamos de su mirada paciente y aspiremos a crear un mundo donde la sabiduría y la empatía guíen nuestras acciones. Para la luna, el eterno observador imparte un suave recordatorio de que la verdadera belleza de la humanidad no reside en sus imperfecciones, sino en su capacidad de crecimiento y trascendencia.


Jul 1, 2024

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© 2024 Tanausu Herrera

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